Cuando la imprenta
empezó a extenderse, el exceso de lectura se
consideró una lacra; Cervantes hacía enloquecer
a su caballero por sobredosis de letra impresa.
Todo avance de la libertad de pensamiento genera
resistencias, en especial en la comunidad
educativa.
Diseñada en y para la
jerarquía de la información, la comunidad
educativa está fracasando (a un elevado coste
personal) en adaptarse a la Red.
Aparte
de grandilocuentes declaraciones de ministros y
adláteres, lo cierto es que Internet está
aterrizando en los colegios e institutos con
lentitud, falta de formación y hasta oposición.
Porque la Red trae otra forma de educar. Y
porque el peor sordo es el que se niega a oír.
Cierto es que los colegios e institutos,
lentamente, son dotados de (más o menos)
ordenadores (de mayor o menor potencia); de
conexiones (más o menos rápidas); de aulas
informáticas (más o menos ruinosas y equipadas).
Los políticos en sus campañas compiten
en una subasta sin fin por aumentar los medios
materiales, que muy, muy despacio van
encontrando su camino hacia las aulas.
Pero también es cierto que falta
formación para el profesorado, buena parte del
cual desconoce los usos pedagógicos de la Red, e
incluso su funcionamiento básico. Y sobre todo
falta adaptar la estructura misma del sistema
educativo a la radical libertad de expresión de
Internet.
El sistema jerárquico de
transmisión de información hasta ahora
prevalente sencillamente no tiene sitio en la
Era de la Red.
Los profesores y las
autoridades académicas no están acostumbradas,
no toleran y mucho menos son capaces de educar
en un mundo en el que todas las opiniones tienen
voz, y los argumentos de autoridad son incapaces
de acallar la disidencia.
El hecho de
que cualquiera pueda físicamente publicar en la
Red de forma incontrolable hace que profesiones,
como la docente, poco o nada acostumbradas a la
crítica por parte de sus 'clientes' (alumnos) se
encuentren frente a un nuevo desafío: aprender a
encajar críticas.
Quienes deben formar a
los futuros ciudadanos se muestran sin embargo
demasiado proclives a considerar las
divergencias de opinión como desafíos a su
autoridad.
Profesores y alumnos que osan
usar la nueva facilidad de publicación reciben
castigos, amenazas y presiones. Carreras
profesionales se ven en peligro, y los temibles
mecanismos de la presión del claustro se ponen
en marcha sobre aquellos que se atreven a
ejercer en la práctica la libertad que se enseña
en teoría.
Autoridades educativas,
padres y profesores tienen mucho que aprender
antes de poder enseñar.
En la Era de la
Información la censura no es sólo inmoral, sino
físicamente imposible: las opiniones
discrepantes han de ser razonadas, las
peticiones han de ser atendidas, las críticas
han de ser contestadas, porque es imposible
eliminarlas.
Cuando en Internet se
intenta censurar lo único que se consigue es
multiplicar la información que se quiere
eliminar; la red interpreta la censura como un
daño, y lo esquiva.
Es imposible
eliminar una opinión de la Red; la sordera
voluntaria no funciona. Cambien de estrategia.
Lo más inteligente es lo contrario:
abrazar la crítica. Si alumnos y profesores van
a acabar escribiendo en la Red lo que deseen
sobre la dirección y el ministerio, ¿no es mejor
proporcionar un foro donde hacerlo? De lo
contrario lo harán igual, pero los interesados
no se enterarán jamás de lo que se está
hablando.
Colegios, institutos y
universidades deberían empezar por crear páginas
web con información pertinente a sus
necesidades, y añadir de inmediato un foro
controlado, simplemente para evitar la sordera.
Y control, por supuesto, no significa
censura, sino educación: crear y mantener unos
estándares mínimos de conversación civilizada en
el entorno académico. Incluyendo críticas, por
acerbas que sean.
Con esto profesores y
alumnos estarían embarcados en un proceso de
descubrimiento y mutua educación en las maneras
de la Red; para el futuro, una habilidad que
será tan imprescindible como lo es hoy la
lectura o la multiplicación.
Hasta que
este tipo de iniciativas no se incorporen en los
programas docentes, y se premie (en lugar de
perseguir) a quien las proponga, no importará el
número de ordenadores en las aulas de
informática: Internet no se habrá incorporado a
la docencia, y el estamento educativo estará
fracasando en su misión de preparar a los
jóvenes para el futuro.
¿Eres profesor,
alumna, padre/madre, pedagogo/a, director de
centro, inspector o cualquier otro miembro de la
comunidad educativa? ¿Qué piensas que hace falta
para adaptar el sistema educativo al mundo de
Internet? Participa en los foros
y cuéntanos tus sugerencias y
experiencias.
Nota: El
Mundo
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